Hace unos días la cadena de televisión Cuatro emitió el programa chester.edu, en el que hablaron sobre la educación. La educación en general, tanto la que se imparte en aula como la que que enseña en casa.

No lo vi en directo, lo vi por internet el día siguiente porque vivo en Inglaterra. Y ya que el presentador intentó incomodar a Esperanza Aguirre menospreciando la educación inglesa, tengo que decir por alusiones, ya que mis hijos se educan en un colegio inglés, que la que la educación pública inglesa es muy buena.

Entre otras cosas porque se adecúan a las necesidades del niño. No les hacen exámenes tan frecuentemente, y a quien evalúan anualmente es al colegio y no al niño. Podéis ver en mi blog personal más información sobre la educación en Inglaterra que seguro que os sorprenderá.

Al margen de esta anécdota, el programa presentó diferentes puntos de vista de educación. Por un lado la más tradicional: la de memorizar y practicar y repetir, y por otro, las nuevas formas de educación que recientemente están en boca de todos: dejar que el niño descubra por sí mismo y se ilusione por aprender.

Para gustos los colores. Aunque si tenemos en mente la famosa educación finlandesa, os tengo que decir que se parece un poco más a la educación en la que se apuesta por el niño, se le valora y se le escucha. Incluso se le deja tomar al niño decisiones importantes, dejando al lado la afirmación «el profesor es el único que tiene siempre la razón.»

Educar sin castigar

En un momento determinado, el presentador del programa le muestra a otras de las entrevistadas, la comediante Eva Hache, este video tan famoso y divertido de unos niños manchados hasta las cejas de pintura. Por lo que parece, han llenado de pintura una de las salas de la casa.

El padre de estos traviesos niños no puede aguantar la risa mientras les hace entender el desastre que han montado con un tono serio (menos su risa final) sin perder la calma y sin gritos, algo que más de una no podría haber hecho.

Y al final de las palabras del padre, el castigo: «Os habéis quedado sin zumo.»

¿Y es que acaso se puede educar sin castigar?

¿Por qué un castigo? ¿Por qué sin zumo? Ah, sí, porque los niños tienen que aprender que en el mundo hay consecuencias.

Pero consecuencias naturales ¿no? Si rompes el jarrón ayudas a arreglarlo o utilizas tu paga para comprar otro. Si tiras el agua, la recoges. Si suspendes una asignatura tendrás menos tiempo libre porque tendrás que estudiar más. Y si ensucian un salón con pintura, rayan las paredes o la alfombra, tendrán que limpiarlo.

Eso son consecuencias naturales y lógicas a un tipo de acto. Y con ellas los niños aprenden a enmendar lo que han hecho mal.

Los castigos tampoco es que sean tan efectivos como parece. Como explicó «El profesor» Cesar Bona (reconocido como uno de los mejores profesores de España) «Los castigos son una proyección de la frustración de uno mismo» (lo podéis ver aquí)

La mayoría de las veces son desmesurados y otras ni siquiera son relaccionados con lo que no han hecho bien los niños. ¡Vete a tu habitación sin cenar, te quedas sin postre, o hoy no vamos al parque! son frases que nosotras mismas hemos dicho en un momento de enfado a nuestros hijos (más información sobre premios y castigos)

Pero ¿los niños habrán aprendido algo con eso? ¿Actuaran la próxima vez de una manera u otra por miedo a un castigo? ¿o porque han aprendido la lección?