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Señoras y señores esto se acaba por este año. En breve finaliza el curso y nos darán las notas que han sacado nuestros hijos. Su rendimiento académico, dicen. Una variación del 0 al 10 de lo que han sacado en los exámenes finales. O, si tienen suerte, de su evaluación continua de todo el trabajo realizado a lo largo del año.

Te irás a casa más feliz que una perdiz y le comprarás un super regalo a tu hijo (o no) por sus estupendas notas. O te sentirás frustrado de ver que tu hijo no le ha ido tan bien este año. Le amenazarás con quedarse sin las esperadas vacaciones (o no) y le pondrás a repasar el temario suspendido.

En cualquiera de los casos no te plantearás si nuestro sistema educativo, donde se examina al niño de lo aprendido en el año, es justo o no. Al fin y al cabo los colegios y profesores tienen que hacer algo para saber si el niño ha aprendido el temario.

¿Cuál es la mejor forma de saber si el niño ha aprendido?

Evaluar a un niño con un examen no es la única manera de saber qué nivel tiene. Es más, un buen profesor debe saber, con el trato diario, si un niño sabe o no lo que están trabajando en la asignatura. Evidentemente si las clases se basan en: el profesor da la charla y manda tareas para casa, la cosa se complica. Pero si es una clase dinámica, con ejercicios que se corrigen en clase, con dudas y aclaraciones, con profesores y ayudantes que estén pendientes de los niños, … , los maestros lo tendrán más que claro para saber el nivel de cualquier alumno sin necesidad de examinarlos.

Pero ahí no acaba la cosa. Cada niño tiene un ritmo de aprendizaje y una maduración diferente. Si con 7 años no entiende las horas del reloj no quiere decir que no las vaya a aprender nunca, Es posible que el año que viene haga el «click» y entienda perfectamente algo que el año anterior le era un mundo. Entonces ¿Por qué les medimos a todos los niños con el mismo rasero? ¿No sería más lógico baremar su progresión?

¿Hay que evaluar lo que aprende el niño? ¿O cómo enseña el profesor?

Pues igual deberíamos hacerlo a los dos.

Todos sabemos que un buen maestro convierte en oro todo lo que toca y puede hacer que nuestro hijo esté encantado con las matemáticas y tenga muy buenos resultados. Mientras que otro profesor que esté menos motivado puede provocar en nuestros hijos poca ilusión por la asignatura y, por tanto, un mal rendimiento.

Si el trabajo del profesor es tan influyente en los alumnos ¿Por qué no se evalúa al profesor? ¿Por qué no se utilizan los mismos resultados de los niños para ver si el profesorado del colegio está haciendo un buen trabajo, o todo lo contrario?

En otros países, como en Reino Unido, los colegios son evaluados y calificados entre otras cosas (además de gerencia, instalaciones) por el resultado de un test que se pasa a los alumnos en segundo año. Éste tiene cuatro posibles resultados: inadecuado, necesita mejorar, bueno, sobresaliente. Ese resultado hace que el colegio sea uno de los más solicitados por los padres para la educación de sus hijos.

Como en todos los trabajos (y mucho más en los vocacionales) el estar motivado y al día en los avances de la profesión (en el caso de los docentes, nuevos métodos de enseñanza o nuevas tecnologías) hace que sus resultados sean mejores.

Sistemas educativos como Finlandia, Bélgica o Noruega, evaluan el trabajo del docente. Mientras que, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), España es el país que menos examina a sus profesores.

¿A quién hay que ponerle nota entonces?

Estamos de acuerdo en que los exámenes son una lata, pero parece que es sistema educativo español es la única manera que tienen de evaluar la progresión y el aprendizaje de los niños. Muchos pensaréis que es inevitable hacer exámenes para ver si el alumno se ha esforzado (de no ser así pasaría el año tocándose la nariz). Bueno, pues ya puestos a evaluar al niño no estaría mal evaluar todo lo que influye en su aprendizaje. Y el maestro influye.

¿Qué pensáis vosotras?

 

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